¿Dónde están los reales? Esta pregunta fue leitmotiv de la campaña publicitaria que, poniendo en entredicho la honestidad del gobierno de Carlos Andrés Pérez, contribuyó a que Luis Herrera Campins ganase las elecciones presidenciales de 1978 a su tocayo Luis Pinerúa Ordaz, un hombre reputado de inflexible ante la corrupción.
Fue un triunfo inobjetable en el marco de un proceso transparente que contó con la intermediación de un colegio electoral de probada imparcialidad, presidido por un demócrata a carta cabal, Carlos Delgado Chapellín.
La frase inquisitiva viene a cuento porque a cualquier candidato opositor que retase a Maduro en elecciones libres de zancadillas le bastaría con enrostrársela, pues para explicar cómo se esfumó 1 millón de millones de dólares en menos de 2 décadas se requiere de mucho tiempo y los comicios están pautados para dentro de casi nada.
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