Eduardo Fernández ha sido una
persona de mi aprecio por muchos años. Recuerdo que, cada vez que nos
encontrábamos el siglo pasado, me decía: Coronel,
cuando yo sea presidente, lo voy a ascender a General. Lamentablemente, él
no llegó a la presidencia y, afortunadamente, yo nunca llegué a ser general,
título hoy caído en el más triste desprestigio a pesar de los muchos honorables
que hemos tenido.
En particular, la digna actitud de
Fernández durante la fracasada y cruenta asonada militar de Hugo Chávez, en
1992, le ganó el reconocimiento de muchos venezolanos quienes condenamos
aquella trágica aventura. Por ello es que le dirijo esta carta.
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