Imagine el lector por un momento que, para obtener un billete de 20 euros, tuviera que desembolsar 40. O que para disfrutar de un café con leche y una tostada, el único modo de pagar pase por pedir prestado un teléfono analógico, llamar a un amigo y que éste haga una transferencia bancaria a la cafetería en cuestión. O que en un mercado le ofrezcan el mismo producto a dos precios distintos según pague con tarjeta o en metálico. Distintas razones hacen que manejar efectivo en Venezuela sea, a la vez, un lujo, una necesidad y un negocio muy lucrativo, especialmente en las zonas alejadas de la capital.
Por Alicia Hernández / El Confidencial
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