Cuando perdió la credibilidad de la mayoría de los venezolanos, ese día, Maduro dejó de ser el presidente de todos. Cuando su intolerancia y carencia de principios democráticos dividió a los venezolanos entre chavistas y no chavistas, ese día dejó de ser el presidente de todos. Por sus estulticias recurrentes, mentiras infantiloides, estólidas reflexiones y subestimación de la inteligencia y capacidad de sus conciudadanos, perdió la authoritas y, ese día, dejó de ser el presidente de todos. Cuando prefirió dilapidar los recursos provenientes del petróleo y no utilizarlos racionalmente para satisfacer las ingentes necesidades del pueblo, dejó de ser el presidente de todos. Cuando renunció al liderazgo que confieren la veracidad y la transparencia, dejó de ser el presidente de todos. Cuando decidió que su gobierno fuese una suerte de “caja negra” cuyo contenido real se desconociera y que solo se abriera para anunciar las mentiras y falacias que le convienen a su régimen, dejó de ser el presidente de todos. Cuando fraudulentamente modificó las leyes para tratar de convertir a la Fuerza Armada en su milicia personal, dejó de ser el presidente de todos. Cuando desconoció la voluntad mayoritaria que pidió hacer un referéndum revocatorio, pautado por la Constitución, dejó de ser el presidente de todos. Por su actitud indolente y cómplice frente a la inseguridad y la monstruosa corrupción que nos asolan, dejó de ser el presidente de todos. Cuando trató de eternizarse en el poder e imponernos un pensamiento único, dejó de ser el presidente de todos.
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