PEDRO
LUIS ECHEVERRÍA.
“...No todos los hombres nacen
igualmente aptos a la obtención de los rangos; pues todos deben practicar la
virtud y no todos la practican; todos deben ser valerosos y todos no lo son;
todos deben poseer talentos y todos no los poseen...”.
Simón Bolívar. Discurso de
Angostura
La que parecía una fiesta
interminable comienza a finalizar. Los ladrones, payasos, farsantes,
mercenarios, sicarios judiciales y otros especímenes al servicio del régimen se
van disolviendo en el aire, como el humo. Los grandes negocios, realizados ilegalmente
en la más absoluta impunidad, los fastuosos viajes, las regias residencias, las
millonarias cuentas bancarias, los elegantes vehículos, los pantagruélicos
banquetes, en fin, todo lo heredado se les difumina. La larga gestión de
desgobierno, insustancial espectáculo por lo demás, no dejará nada importante
detrás de sí que no sean la frustración, desesperanza y desolación. La triste y
pérfida historia del régimen que muere podríamos clasificarla en tres estadios,
a saber: la que ha ocurrido de verdad y que el régimen enterró para siempre; la
que la mayoría de la gente cree que pasó y que recuperar su real
interpretación requerirá de un esfuerzo considerable y; la que el régimen
quiere que en el futuro se crea que pasó y esta constituye 90% de la gran falacia
gubernamental, contenida en discursos, videos, libros y folletos en los cuales
hay gran ausencia de los esenciales principios ético-políticos que rigen y
regulan la relación entre gobernantes y gobernados.
Llega a su fin un régimen que no
supo entender la realidad del país que pretendió gobernar y que no pudo
resolver los acuciantes problemas que el común de la gente aspiraba a que
fueran resueltos. Eso ha sido así porque el régimen imperante siempre ha tenido
como objetivos fundamentales subyugar y degradar a la sociedad hacerla cada vez
más vulnerable y dependiente del Estado, mediante la perversa distribución
selectiva de cuotas de poder, dádivas y prebendas; mantener el poder a
cualquier costo sin importarle las consecuencias que tal actitud le pueda
acarrear a los ciudadanos, entre las que destaca el permitir que una gigantesca
y obscena red de corrupción en la que medran diversas camarillas afectas al
gobierno se hayan enriquecido escandalosamente en desmedro de la atención
hospitalaria, de la educación en todos sus niveles, del adecuado suministro de
alimentos, medicinas, insumos y otros bienes y servicios que necesita la
gente. Asimismo, se agudizaron la división y exclusión ideológica y la
inconveniente y no deseada pérdida de valores, expectativas y normas para la
convivencia social.
Un régimen cuyos resultados
pasados y presentes de su gestión son definitivamente malos para el país y que
las expectativas de su eventual desempeño futuro dejan mucho que desear para el
beneficio colectivo, debe terminar. No puede ni debe continuar en el poder por
más tiempo porque se profundizarían las consecuencias negativas de sus errores
y omisiones y más elevados serían los costes de reconstrucción de todo lo que
ha destruido por su ineficacia y errores conceptuales.
Los recientes acontecimientos
ocurridos en el país, y que han concitado la atención de la opinión pública
nacional e internacional, han demostrado la poca inteligencia y eficacia del
régimen para manejarlos e indican que se han socavado las bases del poder que
transitoriamente detenta y, consecuentemente, que ha perdido credibilidad
popular, influencia y capacidad de coacción en el espíritu y talante de todos
los ciudadanos. Todo ello ha contribuido a un cambio en la percepción de la
gente sobre el gobierno: en tal sentido ha aumentado el escepticismo y la
preferencia por una solución rápida de las dificultades presentes, la
ciudadanía se ha tornado más proclive al cambio y tiene más conciencia de que
dispone de una capacidad creciente para alcanzarlo.
El poder se les está yendo
irremisiblemente de las manos a los autócratas que gobiernan y debemos hacer
todo lo necesario para acelerar ese realidad política. Ese debe ser nuestro
compromiso con el país, nuestra familia y nosotros mismos. Pongamos en marcha
nuestras capacidades, hagamos de la unidad nuestro baluarte para la acción.
Aprovechemos cabalmente la oportunidad de seleccionar a los que queremos que
nos representen en la AN y también la de rechazar a quienes consideramos no
aptos para ejercer tan delicada y compleja función parlamentaria. En síntesis,
no desperdiciemos la posibilidad de hacer sentir nuestra opinión,
ratificar nuestra tradición democrática y valorizar nuestra participación
política para influir en los hechos venideros que marcarán la suerte futura del
país. Empujar los necesarios cambios que queremos no acepta demoras, dudas o
vacilaciones; no habrá mañana si hoy no hacemos lo que debemos hacer; se está
fraguando una nueva Venezuela, avivemos el fuego redentor.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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