Friday, March 23, 2018

Fernando Savater: Ausencia

La vida sin amor es patética; con amor, se vuelve trágica. Los amoríos acaban de cualquier modo y son divertidos, penosos sólo en ocasiones para el amor propio. Pero el amor, que lo es todo, lo único que puede hacer por quien ama es seguir amando, hasta que la muerte nos separe. Después no hay reunión posible (Simone de Beauvoir, al final de La ceremonia de los adioses,se despide así de Jean-Paul Sartre: “Su muerte nos separa; mi muerte no nos unirá”) pero el amor continúa en la ausencia, sin consuelo ni desánimo. Por eso es trágico, insustituible, caníbal de sí mismo, redentor. El dolor principal no es la soledad, que para una persona mentalmente madura resulta tantas veces bienvenida, sino la ausencia. En la ausencia el amor se perpetúa como queja, como culpa de quien nunca más dejará de echar de menos. Montaigne, refiriéndose a su amigo muerto, dice: “Íbamos a medias en todo: me parece que le estoy robando su parte”. La ausencia en el amor no lamenta que nos falte alguien, sino que a quien amamos le falta ya todo. Ese altruismo póstumo es el único del que es capaz el egoísmo férreo y trascendental del amor.

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