Pocas veces sucede que la admiración por una mujer sea por atributos como su valentía. Es más usual encontrar causas como la sabiduría en Marie Curie, la sensibilidad de la Madre Teresa, la tozudez de Margaret Thatcher o el arte de Teresa Carreño. También el patriotismo de Luisa Cáceres de Arismendi, el costumbrismo de Conny Méndez, la pasión de Dolores Ibárruri o los cariños de cualquier buena madre, amante de sus hijos. Pero tal vez esta extraordinaria mujer ha tomado para sí los versos del poeta Andrés Eloy Blanco y siente por todos los venezolanos, como hijos de su patria, la responsabilidad de defenderles ante la pérdida de sus derechos, su libertad y se arroga un algo de cada una de estas cualidades para transformarse en la guerrera que, como Juana de Arco, enfrenta sin temor las continuas y canallas amenazas que los gerifaltes rojos le destinan para intentar silenciar su discurso, que aturde por contundente....
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