Un capital político fundamental que tienen las fuerzas democráticas es la figura de Juan Guaidó. Colocado en una encrucijada de la historia, cuando tantas voces vacilaban en su juramentación, echó hacia adelante y se consagró súbitamente como el eje de una nueva ofensiva contra el régimen de Maduro; tanto, que decenas de países lo reconocen como jefe de Estado. Su popularidad ha volado hasta niveles inimaginables. Sin embargo, hay que saber que esa resonancia no emana de un espectacular trabajo político y obra realizada, sino de su buen sentido estratégico y de la esperanza exasperada del pueblo venezolano; subió como la espuma y como suele ocurrir en liderazgos súbitos, como la espuma puede bajar. Por esta razón, a Guaidó hay que preservarlo física y políticamente; preservarlo del sectarismo al cual lo confinan algunos asesores, preservarlo del desgaste y, desde luego, preservarlo de la saña criminal del régimen.....
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