I
Cada vez que mi vida periodística me ha hecho tropezar con Cuba, he sentido un hueco en el estómago y el corazón apretado. El sufrimiento del pueblo cubano me ha afectado siempre.
En 1995, cuando viajé a la isla, fui testigo de la tristeza con la que viven en La Habana. Es una tristeza que yo definí como cuando uno siente que no hay espacio para soñar.
También en los noventa entrevisté a uno de los pocos sobrevivientes de un naufragio. No era cualquier naufragio. La embarcación en la que trataba de escapar con su mujer y sus dos hijos y otro grupo de connacionales fue atacada por la armada del régimen de Fidel Castro......
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