1. Enero a diciembre de 2019 describe un contraste brutal: de la esperanza a la decepción. A comienzos de año un joven casi desconocido representó la ilusión de la mayor parte del país. Elegido presidente de la Asamblea Nacional porque “le tocaba” a su partido y otros aspirantes estaban impedidos o descartados, se convirtió en una figura de resonancia mundial. Se juramentó como presidente encargado, contra la opinión de la mayoría de los partidos que controlan la AN, recibió el apoyo nacional y también de decenas de países.
2. Entonces lanzó el grito de guerra “cese de la usurpación”, destinado a derrumbar el régimen de Maduro. Los ciudadanos preparaban su llegada al territorio donde todo iba a ser posible y las penas pasadas se convertirían en esfuerzo transformador. Hoy se experimenta un duro contraste. Se pasó del heroico “cese de la usurpación” a la melancólica afirmación: “Tengo los votos para la reelección”. Aquello le importaba al país entero, esto último concreta una desvaída victoria burocrática que conllevaría un discurso “radical” en el cual Guaidó se independizaría del control que ejerce la AN sobre él y también se “liberaría” del control de su propio partido. Si es que el régimen no da un zarpazo…
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