La señora que lleva años reinando ilegalmente en el Consejo Nacional Electoral (como si ella fuera la reina Isabel II de Inglaterra y los venezolanos sus súbditos) llora sus lágrimas de cocodrilos porque el depósito principal de las 49.808 máquinas de votación y de cerca de 49.323 de los dispositivos llamados “lectores de huellas” fue pasto de las llamas el sábado de la semana pasada. Fue un “voraz incendio”, tal como le gusta titular a los medios de la dictadura para destacar algunas de sus propias picardías, y en verdad fue tan voraz como la corrupción con que actúa este binomio cívico militar a la hora de engordar sus bolsillos.
Lo cierto es que las llamas arrasaron con la mayoría de los equipos que se han usado en los fraudulentos procesos electorales que, cada vez más perfeccionados, le han permitido al régimen dictatorial fingir que convocan elecciones y ganarlas todas, o casi todas para que no se vea tan feo un triunfo tan arrasador de un gobierno que la mayoría detesta. La presidente inmortal del CNE desde luego que está obligada a llorar, pero no porque esté dolida sino porque quién sabe cuántas horas de sueño perdió afinando este mecanismo que la convirtió en una intocable, en la única y definitiva votante de todo el sistema nacional electoral......
EN: https://www.elnacional.com/opinion/quemando-las-pruebas/
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