....El hábito no hace al monje ni el uniforme al militar. Lo único que hace diferente a un uniformado de una persona que no lo porta es que facilita humillar, matraquear, ordenar sin que se le pueda responder, empujar y reprimir. En realidad no es el traje sino las armas que frecuentemente portan, y los atavismos culturales hacen que se identifique el uniforme militar o policial con cierta autoridad legal, mientras que su carencia hace que se identifique al portador del arma como un asaltante común y corriente. Cuando de servir al régimen se trata ambos suelen ser idénticos hampones.
Precisamente esta descomposición de la institución armada hace que haya miles de militares dispuestos al cambio. Salvo la Guardia Republicana de Saddam Maduro –el grupo paramilitar que lo sigue, uniformado o no– la mayoría de los oficiales rumia su descontento y resiste en la medida en que puede. Sabe que la repugnancia tiene que ser discreta porque se paga con torturas y cárcel; pero está allí, a la espera de su momento para manifestarse. Esta situación explica el espionaje omnipresente y masivo. Los oficiales están presos aunque estén “libres”, porque sus conversaciones, reuniones –incluso familiares–, hasta gestos, sonrisas y ademanes, pueden ser síntomas de desagrado con el régimen y ser utilizados como evidencia de conspiraciones.
El régimen denuncia una conspiración a cada rato. No hay tal. No hay una. Hay un estado conspirativo, fluido, magmático, que cuando sea llegada la hora, aflorará. En esos escombros subsiste la dignidad en muchos: reciben su CLAP pero no entregan su rabia ni su conciencia. Los afrentados y despreciados saldrán al momento del relámpago.....
EN: https://www.elnacional.com/opinion/militares-sin-fuerza-armada/
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