Monday, December 15, 2025

Laceiba de Ramón Muchacho el 15 de diciembre

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Saludos,

Democracia contundente

Tan contundente como la victoria de Kast en Chile fue el gesto de civilidad y cordialidad de la llamada con Boric. Sentimos envidia de la sana. Felicitaciones sinceras al pueblo chileno.

Antisemitismo

El antisemitismo es real. Existe y tiene alcance global. Y todo apunta a que va a profundizarse. Lamentamos profundamente el atentado en Bondi Beach.

María Corina y la “Realpolitik”

Algunos siguen insistiendo en que lo más práctico sería negociar una permanencia temporal de Nicolás Maduro en el poder, aceptar una suerte de transición administrada por el propio régimen y confiar en que, más adelante, ese proceso abra la puerta a un cambio político real. No sería lo deseable, pero sí lo posible. Lo “realista”.

Esta tesis parte de una premisa aparentemente sensata: la política estaría determinada, casi mecánicamente, por los hechos objetivos del presente. Te pones a sumar y restar correlaciones de fuerza, control institucional y apoyos internacionales y te arroja un resultado. Frente a ese cálculo, la tarea del liderazgo no sería transformar la realidad sino adaptarse a ella, gestionarla y extraer de lo dado el máximo beneficio posible.

La historia política, en Venezuela y fuera de ella, muestra que los grandes quiebres no nacen de una lectura lineal del momento presente, sino de la irrupción de ideas que reordenan lo que parecía inamovible. La política no es un espejo pasivo de la realidad: es, en buena medida, una disputa por definirla. Quien acepta sin más el marco impuesto por el poder termina administrándolo.

Desde esta perspectiva, la pregunta relevante no es qué permite hoy la realidad, sino quién la está moldeando.

En los últimos años, María Corina Machado ha encarnado una tesis radicalmente distinta: que el punto de partida de la política democrática no puede ser la resignación estratégica, sino la afirmación de un horizonte distinto. No porque ignore las restricciones del poder autoritario, sino porque entiende que aceptarlas como límite último equivale a legitimarlas. Su apuesta ha sido incómoda precisamente por eso: no busca acomodarse a la Venezuela que el chavismo produjo, sino forzar la emergencia de otra.

Muchos le reprochan “no ser realista”. Pero conviene detenerse un segundo: ¿qué significa realismo en política? ¿Aceptar que una dictadura que perdió una elección administre una supuesta transición hacia la democracia? ¿Confiar en que un poder que ha demostrado sistemáticamente su vocación de perpetuarse se convierta, por cálculo o cansancio, en garante del cambio?

Hay una forma de realismo que, bajo apariencia de prudencia, es en realidad una renuncia anticipada, al confundir correlación de fuerzas con destino y olvidar que las correlaciones también se construyen.

La política democrática no avanza cuando se limita a administrar lo posible, sino cuando amplía el campo de lo posible. Eso exige ideas, claridad moral y disposición al conflicto: no al conflicto violento, sino al conflicto político real, el que obliga a los actores a definirse y a los costos a hacerse visibles.

La estrategia de Machado ha sido, en ese sentido, profundamente política: insistir en que el problema venezolano no es de administración, sino de legitimidad; que no se trata de negociar tiempos, sino de disputar el sentido mismo del poder. Al hacerlo, ha contribuido a modificar percepciones internas y externas, a elevar el costo de la normalización autoritaria y a desplazar el eje del debate.

Nada de esto garantiza un desenlace inmediato ni sencillo. Pero sí plantea una verdad incómoda para los defensores del “mal menor”: no hay transición democrática viable si el punto de partida es aceptar como árbitro a quien falseó las reglas.

Paradójicamente, lo más “realista” en política suele ser aquello que, en su momento, parece ir contra la realidad establecida. Apostar por ideas que no encajan en el presente es, muchas veces, la única manera de evitar quedar atrapados en él.

La política no es solo el arte de leer el mundo tal como es. Es, sobre todo, la voluntad de imaginarlo distinto y trabajar para que esa imaginación tenga consecuencias.

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