Desde el 1° de noviembre, Maduro y los burócratas de la clase política gobernante “decretaron” que se iniciara “una Navidad feliz para todos los venezolanos”, y han “ordenado” que la gente baile, se ría y sea feliz, aunque sea a juro. Incluso el Ministerio de Relaciones Exteriores llegó al extremo de exigir a nuestras representaciones diplomáticas en otros países inventar mensajes navideños que se refirieran a la felicidad y al agradecimiento del pueblo hacia Maduro y su gobierno por tanta dicha en esta época decembrina.
La decadente propaganda oficial nos asfixia con unas cuñas empalagosamente falsas, que muestran venezolanos inexistentes preparando hallacas, intercambiando regalos y celebrando sonrientes una Navidad que solo existe en los palacios de quienes nos gobiernan. Lo cierto es que, a diferencia de esta falsía mediática, el signo de estos tiempos en Venezuela no es la alegría, sino la confusión, la tristeza y la rabia contenida.
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