Ya sabemos cómo fue el parto: una elección que no abarcó el universo general de electores y que se caracterizó por la flaca participación de los convocados, para evidenciar un manejo ilegal sin cabida en el marco constitucional y chocante con el principio de la soberanía popular. De ese amaño, llevado a cabo con el consentimiento cómplice del Consejo Nacional Electoral y ante las narices de las grandes mayorías, han surgido las burlas que hoy forman la esencia de un absurdo manejo sin relación con las prácticas propias de los parlamentos escogidos democráticamente.
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