La expropiación imperial se convirtió en una de las características más
odiosas y dañinas de la etapa chavista. Por esa vía arbitraria se arruinaron
muchos empresarios venezolanos y se enriquecieron muchos secuaces del fallecido
sátrapa. Las pérdidas materiales debido a esta práctica han sido cuantiosas.
Miles de empresas han desaparecido. La industria, el comercio y los servicios se han
visto diezmados por la funesta práctica del tirano fuera de control. El país
que apuntaba hacia el desarrollo en el siglo anterior se vino abajo, en total colapso, debido a la ineptitud de lo que
comenzó como petro-régimen y se ha transformado en un narco-régimen.
La pérdida material derivada de las expropiaciones, con todo y lo
cuantiosa, no ha sido lo peor que le ha ocurrido a Venezuela. Lo peor ha sido
la expropiación de la dignidad. La Venezuela en la cual nací era un país de
gente honorable, de gente digna, de gente de valores. La Venezuela que dejaré será un país de medio
pelo, de corruptos e ineptos en control del poder político, de gente sumisa esperando dádivas y de mucha gente
talentosa y educada plegada, por cobardía o por conveniencia, a la mediocridad
que hoy manda en el país.
Chávez logró expropiar la dignidad de millones de venezolanos. Y Maduro ha
completado la faena diabólica utilizando el cerco de hambre, hasta en contra de
sus propios seguidores, quienes tarde han llegado a comprender que no era su liberación
la que buscaban los chavistas sino su total adhesión a través de la esclavitud.
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