Lo que
ocurrió el pasado 26 de septiembre, durante la sesión número 73 de la Asamblea
General de la Organización de las Naciones Unidas, tiene una significación que
no deja lugar a dudas: 95% de las sillas permanecieron vacías durante el
discurso de Nicolás Maduro. Los representantes de la inmensa mayoría de los
países no se presentaron o abandonaron la sala antes de que comenzara a hablar.
Habían recibido instrucciones claras de sus gobiernos respectivos: hacer
patente que no tienen disposición ni tiempo, ni encuentran beneficio alguno en
escuchar las mentiras del dictador. Además de los coordinadores de sonido,
iluminación y protocolo, los escasos diplomáticos que se quedaron fueron los
representantes de Estados fallidos o delincuentes. Casi la mitad aprovechó para
dormir mientras Maduro hablaba....
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