Han transcurrido menos de dos semanas desde que Guaidó convocase a la construcción de una ruta clara, un objetivo único y una unidad superior, en un esfuerzo donde llamó con nombre y apellido a importantes actores políticos, ello en respuesta a la fuerte arremetida del desgobierno, que ha contado con el apoyo de actores que simulando ser aliados de las fuerzas democráticas, no han resultado ser otra cosa que una pieza más de la comparsa cuidadosamente construida en poco más de dos décadas por los defraudadores del siglo veintiuno. Sin embargo, lejos de avizorarse un acercamiento sincero de posiciones para avanzar unidos a la conquista de la libertad, pareciera más bien que hubiese resonado para algunos la orden inequívoca de romper filas.....
Capriles no esperó siquiera reunirse para dar al menos un barniz de simulado intento de esfuerzo unitario a su postura. No hizo evidente su esfuerzo por al menos vender su visión y sumar por tanto a la mayoría de las fuerzas políticas y sociales. No, simplemente sin medir los riesgos, decidió embarcarse en una aventura personal por el poder, asumiéndose como el salvador del país y dueño de la verdad, cuando una abrumadora mayoría de las organizaciones políticas opositoras, ya habían expresado su decisión de no participar en el proceso convocado para el próximo 6 de diciembre; y aunque ciertamente desde esta tribuna se ha expresado que votar o no votar no es el dilema, sino qué hacer en una u otra circunstancia, más allá de la mera pasividad, aún más cierto es que ante la decisión mayoritaria de no participar, esa ruta a seguir como alternativa a la abstención pasiva estaba en plena construcción y diseño. Ante ello, tal vez hasta por celos, por vulnerabilidad o cualquiera que sea la razón, quien con sus zapatos gastados fue en algún momento un signo de dignidad en el ejercicio de la política, ayer decidió convertirse en la pata que le faltaba a la mesita para persistir en su intento infructuoso de legitimarse ante el país.....
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