Un promedio de 25 protestas al día en agosto es lo que contabilizó el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social. Dicho así es solo un número y a algunos hasta les parecerá poco. Pero la verdad es que, para lo que padece el venezolano, podrían ser muchas más.
Cuando se dice que solo la cifra no retrata la gravedad de la realidad venezolana es porque los niveles de pesadilla se hacen más profundos cada día. No se trata de un asunto derivado de la paralización por la pandemia, la población tiene años sufriendo la falta de agua corriente, un servicio vital para el ser humano.
En ciudades del interior del país no saben lo que es recibir agua por tubería desde hace años. Los ciudadanos deben invertir parte de sus horas laborales en la procura de agua en pequeños contenedores. El dinero no alcanza para pagar camiones cisternas. Y así como no hay agua en las casas, no hay en las escuelas ni en los hospitales.
Tampoco hay electricidad......
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