Usted agarra una tarjeta telefónica y si
la mira detenidamente, el baile, el personaje, la obra de arte, la
artesanía que aparecen allí, son fotografías de Garrido. Lo mismo ocurre
con muchos libros publicados sobre la cultura popular o con la revista
Bigott, de la Fundación Bigott: la estética impactante de esas fotos
lleva el estilo y la firma de Nelson Garrido. Ante esas imágenes, la
gente deja escapar el mismo comentario, que suena festivo como un corcho
de champaña: ¡eso es una belleza¡
Con las obras de arte, que son un
lenguaje estructurado a partir de su fotografía, la reacción es
distinta. Hay quien aparta la vista y disimula para no comprometerse,
pero la mayoría de los espectadores pierde el piso, se desestabiliza,
como si hubiese estallado un cohetón en sus pies.
Nelson es un artista completo y
complejo: obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas con las otras
fotografías, con el otro yo de su cámara, con sus obras cargadas de
conceptos y de mensajes irreverentes y extremos.
No es exagerado afirmar que a Nelson
Garrido hay quienes lo aplauden y lo alaban por sus fotos cotidianas y
hay quienes lo censuran, detestan y odian, debido a sus obras de arte.
No es una persona maligna o destructiva y sin embargo inspira rechazo,
porque evidentemente sabe poner el dedo en las llagas de los tabúes.
Nombra la soga en la casa del ahorcado y se niega a separar lo religioso
de lo erótico.
No solamente lo han censurado aquí, que
es su país y donde la censura no es tan extraña: también ha sido
censurado en los países de primer mundo, que tanto alarde hacen de
tolerancia y comprensión democrática. Nelson Garrido es un censurado
natural, se la pasan corriéndolo del paraíso. Y él regresa desnudo para
que lo vuelvan a botar.
Seguir leyendo,
EN:
No comments:
Post a Comment