No agarró a nadie por sorpresa el hecho de que apenas al siguiente día de asumir la presidencia de Cuba, luego de celebrar su cumpleaños, el nuevo mandatario Díaz-Canel de la martirizada isla cubana recibiera, con los brazos abiertos y una amplia e interminable sonrisa, a Nicolás Maduro, jefe discutible de esta Venezuela también martirizada.
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