En una república sería impensable que un dignatario público desconociera el mandato de un tribunal que le reclama comparecencia y eventualmente lo sometiera a juicio. En Venezuela, el esfuerzo para construir una república civil supuso décadas de sacrificios y de enseñanza para lograrlo. El difunto y sus epígonos la echaron por tierra y la maculan a diario.
Nuestra historia registra múltiples episodios en los que la estructura republicana fue puesta a prueba y el reciente presente es un ejemplo más del combate que esa construcción ética libra para sostenerse en medio de tensiones y cataclismos a los que el cinismo y la vileza de los actores del teatro humano someten a sus parámetros y referencias ordenadoras. Lamentablemente, acontece que algunos son artífices felones de la búsqueda de un dominio sin otra consecuencia que sus frivolidades concupiscentes.
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