Con estilo guasón el gobernante manifestó su aflicción por los venezolanos que limpian pocetas en el exterior. ¡Albricias! al fin encontró razón para afligirse. Hasta hoy nada lo había conmovido, ni los niños del JM de los Ríos, ni los trasplantados que agonizan, ni los escarbadores de la basura, ni los 70 muertos en la cárcel de Valencia, ni la pérdida de peso de los venezolanos, ni la malaria que azota el campo…
La miopía cerebral no le permitió lamentar la descapitalización humana que implica la diáspora. No lo trasnocha esa pérdida insustituible de conocimiento, que profundiza nuestro estado actual de atraso. Solo le alcanzó para recrearse en lo de las pocetas. Además era materia prima para deslizar la burlita, imitando el estilo de su predecesor.
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