La falta de respuesta de la sociedad venezolana ante la tragedia que la aflige es uno de los rasgos más importantes de nuestros días, quizá el más digno de reflexión y el más difícil de comprender. ¿Se le puede entender, en medio de la severa crisis que padecemos?
La vida se ha vuelto un calvario debido a la incompetencia de la dictadura. La pobreza campea mientras la opulencia de los gobernantes se exhibe sin recato. Las condiciones de vida relativamente aceptables y en ciertos casos bastante halagüeñas, que fueron parte de la rutina en los tiempos de la democracia representativa, son apenas la reminiscencia de una experiencia remota que languidece en medio de un extendido desierto. El paso del sedentarismo a la vida nómada, algo inconcebible en el pasado, se ha convertido en una nueva manera de sobrevivir. Las carencias de alimentos y medicinas determinan la mengua física de una muchedumbre que antes contaba con alicientes nada despreciables, y que ahora subsiste en las cercanías de los basureros y en las puertas de las farmacias vacías. La desaparición o la intermitencia escandalosa de los servicios básicos, como el agua potable y la luz eléctrica, muestran un panorama de limitaciones que el país petrolero había superado y que ahora determinan el sendero de una cotidianidad cada vez más llena de penumbras. La alegría solo tiene asiento en las cuentas bancarias de los corruptos de la cúpula y en los negocios sucios de los bolichicos, cuyo contraste con la mengua material de las mayorías remite a situaciones de injusticia e impunidad que no se conocieron, por ejemplo, ni siquiera durante dictaduras extraordinariamente ladronas como las de Gómez y Pérez Jiménez....
EN: http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/sin-explicacion_246615
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