El militar venezolano del siglo XXI, con las honrosas excepciones que se
conocen o están por conocerse, es un espécimen
doblemente castrado.
Por un lado, porque ha perdido el coraje de resistirse a la pandilla que ha
asaltado el poder político, convirtiéndose en cómplice, al aceptar manejar de
manera delictiva la importación y distribución de alimentos, al involucrarse en
el contrabando de extracción de hidrocarburos, lo cual le da grandes beneficios
a algunos de sus miembros, a participar – según acusación de países extranjeros
– en el narcotráfico, al entrar a manejar empresas fantasma de servicios
petroleros, al permitir la toma y control de territorio y recursos venezolanos
por bandas de la guerrilla colombiana y por su estruendoso silencio
institucional frente a estas múltiples muestras de prostitución en sus filas.....
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