La Venezuela democrática pudo celebrar esas navidades por todo lo alto. El régimen, por supuesto, entró en crisis. Creada para ganar elecciones y nada más, este magnífico desenlace de las elecciones parlamentarias justificaba a plenitud la razón de ser de la MUD. Precisamente por eso sus promotores habían excluido de la alianza a las múltiples organizaciones de la sociedad civil, más que presentes en la desmantelada Coordinadora Democrática, pues estos grupos muy poco o nada aportaban al juego electoral. En algunas ocasiones, incluso, lo obstaculizaban. En ningún caso entendían la diferencia entre ser opositores, que es lo que hacen y deben hacer los partidos políticos sensatos, con experiencia, y ser disidentes, valga decir, dejarse llevar ciegamente por las pasiones para terminar siendo víctimas de una irracional falta de elasticidad, de “antipolítica”, enfermedad infantil incurable que debe ser erradicada para siempre del tablero político venezolano.
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