Donde y cuando sí se repite y no precisamente como sainete, sino como cruel tragedia que reproduce las infames purgas estalinistas, maoístas y castristas, es aquí y ahora, porque “un órgano ilegal e ilegítimo”, superempoderado por la camarilla dictatorial, ha decidido erigirse en santo oficio de la revolución chavista y bolivariana, adjetivo este último que ya comienza a ser desplazado de su privilegiada posición en la retórica official.
No se requiere de mucha perspicacia para descubrir en el alarmante proceso inquisitorial en marcha la mano peluda de los cubanos, pues lo que pretende la asamblea prostituyente es convertir la justicia en espectáculo, tanto para someter al escarnio público a los imputados, cuanto para satisfacer el sadismo alimentado por el rencor de los fundamentalistas rojos. Así, tal vez los indiciados sean juzgados en un estadio, para remedar lo que, en 1959, hicieron los barbudos de Fidel, apenas tres semanas después de haberse hecho del poder, que detentan desde entonces y hasta el sol de hoy, cuando se apropiaron del Palacio de los Deportes para celebrar un juicio masivo y sumario que condujo al paredón a millares de cubanos.
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