Oscar Pérez pasó muchos días y tardes de este enero agachado sobre la pantalla de un celular, a través del cual enviaba mensajes encriptados a
The New York Times; la identidad de ambas partes era confirmada ante el otro mediante un video breve que se enviaba en cada intercambio de mensajes.
A continuación el reportaje publicado por el diario estadounidense.
El fin había llegado para Óscar Pérez.
Por su rostro corría sangre. Sus hombres intentaban dar pelea detrás de estufas y gabinetes mientras el gobierno venezolano rodeaba su escondite. Horas después, él y media decena de hombres yacían muertos en el piso.
Por NICHOLAS CASEY /The New York Times
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