CIUDAD DE MÉXICO — Más de 350 personas, la mayoría estudiantes y manifestantes, han muerto desde abril en Nicaragua, donde una reforma de pensiones, que al final se revocó, inició un movimiento social masivo que busca la renuncia del presidente Daniel Ortega.
La
cantidad de muertos, encarcelados y desaparecidos es sorprendente para
un país con poco más de seis millones de habitantes. Casi cuarenta años
después de que Ortega y el Frente Sandinista de Liberación Nacional
(FSLN) derrocaron a la dinastía corrupta y sangrienta de los Somoza —que
gobernó Nicaragua durante casi medio siglo—,
estudiantes y activistas exigen la salida de lo que consideran una
repetición histórica imperdonable. Su grito de protesta es: “Ortega y Somoza, son la misma cosa”.
Sin
distinciones, están siendo atacados campesinos, activistas, la
Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua y líderes de la oposición
históricos y actuales; manifestantes mujeres e incluso niños
se han vuelto víctimas de los escuadrones de matones de Daniel Ortega.
El régimen se está convirtiendo a toda velocidad en una dictadura, una
situación que las comunidades latinoamericana e internacional deberían
detener a toda costa. Nadie quiere otra Venezuela en la región....
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