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Saludos,
La caricatura que intentan algunos hacer de María Corina Machado como “extremista” es parte de una operación deliberada del régimen o al menos alineada con sus intereses. Buscan a toda costa aislarla de sectores que podrían respaldar el cambio por el que votaron los venezolanos, en particular aislarla respecto de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Presentándola como alguien fuera de los márgenes de la política aceptable, creen que hacen viable el cambio cuando en realidad lo entorpecen.
Esa operación ha tenido muchos capítulos. Primero, trataron de invisibilizarla: que políticos, medios, ONGs y personalidades no la mencionaran. Luego, intentaron descalificarla con las mismas palabras del régimen: “extremista”, “loca”, “fuera de la realidad”. Pero esa estrategia fracasó estrepitosamente gracias al manejo que María Corina hizo de la primaria y, después, de la sustitución de su propia candidatura. Sus recorridos en apoyo a Edmundo González durante la campaña y su firmeza posterior, no hicieron sino reforzar su propio liderazgo.
Hoy seguimos viendo lamentablemente a opositores “moderados” repitiendo esa narrativa. Es obvio que al hacerlo trabajan para el chavismo: ignorar a MCM (sea para un reportaje, sea para una negociación) u horadar su condición de lideresa política legítima no es política de altura sino un lance muy conveniente para Maduro.
En política no hay casualidades y sí causalidades. Quienes fingen moderación y quienes tienen vínculos con el régimen necesitan desesperadamente sostener el relato de “María Corina es extremista” para esquivar el hecho central de estos meses: lo que ocurrió el 28 de julio les cambió el tablero por completo.
En otro momento, con la Armada estadounidense moviéndose por el Caribe, el destino de Venezuela pudiera haber estado completamente librado al azar. Pero el liderazgo actual tomó un camino de legitimidad muy muy difícil de obviar y el empeño de parte de algunos en minimizarlo u olvidarlo sí que parece desquiciado, una cosa de locos.
María Corina es radical, sí: radicalmente demócrata y sincera, como radicalmente autoritarios, cínicos y dictatoriales son los que usurpan el poder. Lo que para nada le calza a ella es lo de extremista: eso describe a la perfección el fanatismo ideológico de izquierda que nos arrastró hasta aquí y que muchos adulan por un sentido equivocado de la prudencia o por pura y bastarda conveniencia personal.
Lo hemos dicho en ediciones anteriores: las placas tectónicas se están moviendo. Y no puede ser de otra forma. En el gobierno se derrumbó la ofensiva de soberbia y de impunidad que los hacía soñar con una estancia en el poder prolongada y cómoda. Creían que tenían todo amarrado, pero el 28 de julio se les enredó el papagayo. Desde ahí quedó zanjada claramente la diferencia entre demócratas, de un lado, y extremistas autoritarios —junto a quienes les hacen la corte—, del otro.
Edición elaborada por el Consejo Editorial de Laceiba.
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