El régimen hizo lo de siempre, lo mismo que viene realizando desde su época dorada, cuando Hugo Chávez Frías era el rey: dividió a la oposición en dos grupos radicales (participantes y abstencionistas), debilitando así su fuerza sufragante; apoyó a sus candidatos en forma desmedida, poniendo a su disposición de forma ilegítima los recursos del Estado; adoptó, a través de un Consejo Nacional Electoral descaradamente parcializado, múltiples medidas tremendamente perjudiciales a la oposición; inhabilitó ilegalmente a destacados líderes opositores, los cuales tuvieron que ser sustituidos por figuras de menor arrastre; abusó del tiempo de propaganda de sus candidatos a través de las consabidas cadenas de radio y televisión, y la utilización excesiva de emisoras de radio y televisión propiedad del Estado; e impidió la presencia de observadores electorales nacionales e internacionales confiables.
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