En mis largos
años de columnista de prensa, concejal y parlamentaria, jamás utilicé el
insulto como instrumento de la controversia política. Por consiguiente
nunca avalé que para descalificarlo a usted, los opositores tuviésemos
que utilizar agravios o improperios que en verdad han pasado a ser
-desde la era Hugo Chávez- potestad exclusiva de quien ejerce la
presidencia de la República. No es que esa norma esté inscrita en la
Constitución que Chávez nos encasquetó y a la que dio el apodo tan
elegante de la Bicha. Pero la costumbre en nuestro país, se hace ley.
Por supuesto que hay algunos que se arrogan esa potestad presidencial, y
expelen por su boca, mientras esgrimen un mazo, toda suerte de
vituperios y afrentas. En realidad abusan de su confianza de insultador
máximo, exclusiva de su investidura.
Examinemos
con detenimiento los dicterios que muchos opositores- digamos que
bastantes y cada vez en mayor número- utilizan contra su persona:
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