No es necesario advertir a los venezolanos que el verdadero problema de Venezuela no solo reside en quien heredó, para desgracia de nuestro futuro, al finado Hugo Chávez, sino que para mayor calamidad no ha sabido rodearse de colaboradores que impidan que los errores se sucedan como una maldición bíblica.
Los pocos que se han atrevido a tener un criterio más o menos acertado a la hora de completar un análisis coherente sobre la crisis que nos envuelve, han sido expulsados sin contemplaciones del entorno presidencial. En ese desierto de ideas solo reinan los oportunistas, los alpinistas burocráticos y, por supuesto, los uniformados convertidos en hombres de negocios.
Para aquellos que todavía tienen una venda en los ojos debería bastarles con observar lo que ha venido ocurriendo no solo en las corrientes internas del PSUV y de algunos de sus altos dirigentes y ex ministros de antaño, sino también entre sus leales seguidores que sobreviven a duras penas en los sectores populares.
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