Antes uno podía decir en público, sin temor a represalias: ese tipo me cae mal. ¿No es lo más común del mundo? El juego de las
simpatías y las antipatías ha corrido desde el nacimiento de la humanidad, sin que se pensara en castigos terribles por la expresión
de un determinado sentimiento hacia el prójimo. El entorno de cada quien está dividido entre los que se consideran simpáticos y los
que no, sin que se piense en retaliaciones de importancia cuando uno se expresa al respecto. Quizá se pueda recibir una respuesta
airada, y hasta una bofetada, sin que la sangre llegue al río.
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