Uno de los principales dilemas es si la dictadura será legitimada el 15-O. Para lograrlo, requiere ganar por lo menos la mitad de los gobernaciones. Empresa imposible, dice la demoscopía. La misma dictadura, advirtiendo lo que le espera, ha optado por deslegitimar a las elecciones. Así ha inventado que las elecciones, pautadas en la Constitución, son un obsequio de la constituyente. La trampa, hasta el más lento –siempre que no sea abstencionista- la entiende.
Las elecciones son constitucionales, no constituyentistas. La mayoría de la oposición ha captado que no votar es reconocer a la constituyente.
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