Venía gozando la revista, fundada en 1843, de una bien ganada fama de seriedad y rigor en sus análisis de los acontecimientos mundiales, lo que cada vez se mezclaba más con tratamientos vulgares y superficiales de muchos temas que los lectores podíamos excusar con el refrán «quien mucho abarca poco coge». Lo que no suponíamos era el abandono, del que fue un faro del buen periodismo, de tales preceptos deontológicos para adentrarse en el mas vulgar sensacionalismo al servicio de la vieja leyenda negra que tan ridículo crédito sigue teniendo, por lo que se ve, entre el público británico. De este modo, «The Economist» se pronuncia abiertamente a favor de las tesis secesionistas catalanas -como veremos a continuación-, cuyos promotores hay que reconocer que han hecho muy bien su trabajo propagandístico; justamente lo contrario del Gobierno de la nación.
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