Nuestros beisbolistas tienen preferencias políticas, como todos los venezolanos, aunque se cuidan de expresarlas públicamente. Como todos sus compatriotas tienen sueños, ambiciones y preocupaciones. Algunos nacieron en hogares de clase media, pero la gran mayoría creció en nuestras urbanizaciones populares. Y últimamente se han convertido en la voz de ese pueblo del que salieron y al que representan en las Grandes Ligas.
Todo empezó individualmente: Miguel Cabrera y varios más utilizaron sus cuentas en las redes sociales para mostrar su preocupación, cuando en abril comenzaron las protestas por las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia contra la Asamblea Nacional. Pero la violencia criminal empleada contra los jóvenes manifestantes por parte de la Policía Nacional Bolivariana y la Guardia Nacional Bolivariana creció de tal modo que, poco a poco, todos empezaron a elevar el volumen de sus peticiones.
Primero fue un gesto, un detalle que las cámaras de la televisión estadounidense no dejaron pasar inadvertido. Tres jugadores (el receptor Francisco Cervelli, de los Piratas de Pittsburgh, y los infielders Hernán Pérez y Orlando Arcia, de los Cerveceros de Milwaukee) pintaron en sus rostros las palabras SOS Venezuela y salieron al terreno, a jugar y a protestar silentemente. Lo que vino luego ha sido un deslave de opinión pública que ya dura semanas.
Más de medio centenar de bigleaguers venezolanos se han pronunciado, pidiendo primero el fin de la represión y últimamente el cese de toda injusticia y desigualdad social en esta Venezuela transida de dolores y miserias, un país petrolero que recibió ingresos milmillonarios y que, como han denunciado muchos de ellos, hoy está sumida en la violencia, la pobreza y la corrupción.
Antiguas estrellas, como Omar Vizquel, Eduardo Pérez y Melvin Mora, se han unido al coro de exigencias que nuestros beisbolistas activos han hecho. El clamor es el mismo: “¡Basta ya!”.
No han dejado de brillar en los diamantes, pero tampoco han dejado de hacer su aporte en la lucha por un país libre y en paz. Han aparecido en la TV estadounidense en horario estelar. Han sido entrevistados en inglés y en español por medios impresos, radiales y virtuales. Han hecho público lo que está sucediendo en ciudades y pueblos de su Venezuela y han involucrado a figuras de otras nacionalidades, para hacer visible todavía más la situación.
Como tantos compatriotas, muchos de ellos alguna vez creyeron en el proyecto de Hugo Chávez, ese proyecto que ha terminado convirtiéndose en un andamiaje opresor que se desmorona día a día. Hoy representan la casi total unanimidad que, de acuerdo con las encuestas, quiere un cambio de gobierno este mismo año.
Esa virtual unanimidad nacional demostrada por los estudios de opinión es absoluta entre los representantes del pasatiempo nacional. Todos los que han hablado han pedido paz, democracia y el fin de la violencia. “Deje que el pueblo decida su futuro”, exigió Mora al presidente Maduro.
Lo pide toda Venezuela en las calles y se escucha hasta en las Grandes Ligas. Los únicos sordos son Reverol, Padrino y Maduro. Este último, en su infinita ignorancia y torpeza, ha dicho que el imperio les paga por decir esas frases. Olvida que ellos ganan lo suficiente para que nadie los compre
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