"Finalmente ocurrió: se prendió un zaperoco.
Los que por años se quejaron de que en Venezuela no pasaba nada tienen ya la respuesta a su impaciencia. Pero como suele pasar con la realidad histórica, las cosas no son como nos hubiera gustado a la mayoría que fueran. Son lo que son, y de nada nos sirve evadir la tarea de verlas en toda su magnitud y complejidad. Vayamos más allá de las consignas del voluntarismo y de las no menos cómodas fórmulas del pesimismo profesional y tratemos de contemplar la carne viva de lo que está viviendo (si cabe el verbo ante tantas muertes) nuestro país en 2017.
Es evidente que lo que está ocurriendo no es una sacudida más, que dejará al Estado chavista fortalecido y a la oposición hecha pedazos.
En cada una de sus grandes crisis anteriores, el Estado chavista había ganado el duelo de la resistencia, combinando su poder de fuego, su capacidad de soborno, el control de las instituciones y la popularidad de su caudillo. Era una pirámide inexpugnable, obediente a su jefe, rica en petrodólares, con casi todo a favor. Pero esta vez, tal como el país ya no es el mismo, el chavismo -con lo cual me refiero al Estado chavista pero también a todos aquellos venezolanos que se consideran chavistas- no lo es tampoco...."
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