En Venezuela, decía una periodista por las redes sociales, “no pasa nada y pasa de todo”. De sorpresa en sorpresa vive la sociedad venezolana desde aquel día en que un militar paracaidista, en el sentido último y estricto de esta palabra –es decir, de los que se lanzan al vacío confiando en su buena suerte–, asumió la aventura o más bien el sueño de cualquier aventurero con cierta ambición y audacia, de reconvertir la democracia representativa en una nueva república bolivariana, con los valores, las normas y las leyes de aquella época de guerra, muerte y miseria.
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