Cuando en Venezuela se habla de fraude, casi todo el mundo mira hacia el CNE y hacia quienes lo manejan, sea desde Miraflores o desde el PSUV. El fraude electoral es el más notorio, el que no se puede esconder, el que está a la vista de quien quiera ver. Tanto, que hasta el propio representante de Smartmatic, en relación con lo acontecido con las votaciones del 30 de julio, declaró que se había producido una “manipulación” de la situación, que es, digamos, una forma habilidosa de denunciar un fraude. Y al parecer, en esa temática hay experiencia y competencia.
Hay otro tipo de fraude, que también es de dominio público pero que quizá no se define con tanta precisión. Es el fraude gubernativo que representa la hegemonía roja en todos los ámbitos habidos y por haber.
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