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Rocío San Miguel
Próximos a conmemorar 200 años de la firma del acta de la Independencia de Venezuela, necesario es recordar el deber de garantizar la independencia de la Nación, que en exclusividad curiosamente otorga nuestra Constitución a las Fuerza Armada Nacional (FAN).
Un concepto poderoso que no se extiende a otros poderes públicos, ni se traslada en el peso y rigurosidad de su significado a funcionario alguno del Estado, distinto al que representan la mujer o el hombre al servicio de la Fuerza Armada Nacional y que debe servir de reflexión en esta fecha propicia, para evaluar introspectivamente las distancias que nos separan de la autentica independencia, esa que pidió declarar Francisco de Miranda un 5 de julio de 1811.
Hoy, como hace 200 años, el sueño de lo posible para esta tierra de gracia está más vigente que nunca, a pesar del desosiego y la desesperanza que invade a la mayor parte de los venezolanos y a la propia Fuerza Armada Nacional, producto de una gestión pública ineficaz, abusiva, descarada y corrupta en el ejercicio del poder.
La Fuerza Armada Nacional, a 200 años de la declaración de la Independencia, depende en Venezuela del dictado y capricho de un solo hombre. Más grave aún, se encuentra ridiculizada en la función política que éste ha pretendido imponerle, obligándola a permitir además injerencias extranjeras imperdonables en su conducción y concepción doctrinaria de empleo.
La responsabilidad de lo que ha sucedido, puede extenderse en propiedad y justicia al proceso de politización que se inicio de la mano de la conducción política de la cuarta república y llego a su apogeo en la quinta. También lo ha sido del alto mando militar de entonces y el de ahora que lo han permitido. Lamentablemente, hoy, a 200 años de la Independencia, se encuentra ensimismada la Fuerza Armada Nacional en la frustración de sobrellevar una carga que la desnaturaliza cada vez más de su función constitucional, al punto de irse acelerando cada vez más la merma de una oficialidad silente que pide casi a diario la baja como formula personal de conciliar la vergüenza con el deber patrio que alguna vez juraron ante la bandera.
Afortunadamente todavía quedan hombres y mujeres dignos en la FAN; es deber de ellos, conjuntamente con quienes asuman el liderazgo político de este país en el 2012, avanzar en la autentica independencia de la República y empezar a construir el respeto de un país entero, sin distingo de posición política, hacia su Fuerza Armada Nacional.
El próximo 5 de julio veremos actos militares, que como todos los años, describirán a las dos Venezuela que hoy por hoy conviven en el alma de la Fuerza Armada Nacional.
La que se pretende desde el poder, aquella que sirviéndose de las armas expolia al país, con toda seguridad la más ruidosa en slogans políticos de la jornada; y la que espera en silencio a pesar de agotarse el tiempo, la propuesta de una alternativa real de poder que encarne los preceptos constitucionales de conducción y mando, con capacidad de desarrollarlos programáticamente para el logro de la misión fundamental de garantizar la independencia y soberanía de la Nación. Ambas, curiosamente, estarán uniformadas ese día cumpliendo el rigor de dar honores al Presidente de la República.
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