ORIAN BRITO PEÑA | EL UNIVERSAL
sábado 19 de enero de 2013 12:00 AM
El embajador de Panamá ante la Organización de Estados Americanos, Guillermo Cochez, expresó el sentimiento de muchos venezolanos y latinoamericanos que vemos cómo en el continente las democracias son amenazadas por regímenes que a pesar de ser electos en las urnas, se transforman en represores de la disidencia con profunda intolerancia, produciendo un quiebre social, simplemente por la apetencia del poder.
La premisa de "no aceptar la injerencia extranjera" por respeto a la soberanía, se ha convertido en una traje a la medida para quienes no toleran la crítica, subestimando cualquier acción contraria a sus propósitos hegemónicos, pero permitiendo que sean otros -en el caso de Venezuela, Cuba- quienes tomen decisiones sobre el futuro del país. Recientemente los representantes de los poderes secuestrados se reunieron en La Habana, en una especie de cónclave dirigido por los Castro, lo cual entierra cualquier "defensa a la soberanía", sumado al acto bochornoso del 10 de enero donde fue avalada internacionalmente la violación a la Constitución Nacional.
Ante un panorama tan insólito, Venezuela y otras naciones quedan huérfanas, sin instituciones independientes dentro o fuera y con el amparo de naciones que se benefician de las riquezas de nuestro suelo. A pesar de los llamados de alerta de países comprometidos con la democracia y de organismos clave en el mundo, un efecto de hipnosis se apodera de quienes pudieran poner control a la enfermedad que la aqueja. Después de la declaración magistral del embajador Cochez, fue desautorizado por el Gobierno de Panamá. Quizá motivado a presiones de los que mantienen el poder en Venezuela.
La respuesta del canciller venezolano, Roy Chaderton, fue vergonzosa, no hubo argumento sino la descalificación como es común en todos los representantes del chavismo. Cabe destacar, que en su declaración Cochez respetó la situación de salud que enfrenta Hugo Chávez y solo mostró su preocupación porque situaciones similares no se repitan en el continente. Tal vez, el fin del mundo que anunciaban los Mayas se pone de manifiesto cuando las instituciones dejan de lado sus responsabilidades para estar al servicio de regímenes autocráticos. No importa cómo pueda pintar Cochez, pero su relato se centró en plasmar lo que realmente ocurrió en Venezuela. Ojalá su llamado sea motivo de reflexión para que en cada país regrese la sindéresis y así no muera el mejor sistema del mundo como lo es la democracia, con toda y sus imperfecciones.
La premisa de "no aceptar la injerencia extranjera" por respeto a la soberanía, se ha convertido en una traje a la medida para quienes no toleran la crítica, subestimando cualquier acción contraria a sus propósitos hegemónicos, pero permitiendo que sean otros -en el caso de Venezuela, Cuba- quienes tomen decisiones sobre el futuro del país. Recientemente los representantes de los poderes secuestrados se reunieron en La Habana, en una especie de cónclave dirigido por los Castro, lo cual entierra cualquier "defensa a la soberanía", sumado al acto bochornoso del 10 de enero donde fue avalada internacionalmente la violación a la Constitución Nacional.
Ante un panorama tan insólito, Venezuela y otras naciones quedan huérfanas, sin instituciones independientes dentro o fuera y con el amparo de naciones que se benefician de las riquezas de nuestro suelo. A pesar de los llamados de alerta de países comprometidos con la democracia y de organismos clave en el mundo, un efecto de hipnosis se apodera de quienes pudieran poner control a la enfermedad que la aqueja. Después de la declaración magistral del embajador Cochez, fue desautorizado por el Gobierno de Panamá. Quizá motivado a presiones de los que mantienen el poder en Venezuela.
La respuesta del canciller venezolano, Roy Chaderton, fue vergonzosa, no hubo argumento sino la descalificación como es común en todos los representantes del chavismo. Cabe destacar, que en su declaración Cochez respetó la situación de salud que enfrenta Hugo Chávez y solo mostró su preocupación porque situaciones similares no se repitan en el continente. Tal vez, el fin del mundo que anunciaban los Mayas se pone de manifiesto cuando las instituciones dejan de lado sus responsabilidades para estar al servicio de regímenes autocráticos. No importa cómo pueda pintar Cochez, pero su relato se centró en plasmar lo que realmente ocurrió en Venezuela. Ojalá su llamado sea motivo de reflexión para que en cada país regrese la sindéresis y así no muera el mejor sistema del mundo como lo es la democracia, con toda y sus imperfecciones.
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