Wednesday, January 30, 2013

Sólo los malandros son felices en Caracas

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Mario Szichman

Jon Lee Anderson, periodista de la revista The New Yorker , ha hecho numerosos viajes a Venezuela, reseñando los logros y desafíos que enfrentaba La Revolución Bonita. Y en ocasiones anteriores, su visión del proceso liderado por el presidente Hugo Chávez Frías fue lo que podríamos calificar de sympathetic.
Inclusive el propio Anderson reconoció que algunos de los personajes que entrevistó en esta ocasión para la revista (The New Yorker, semana del 21 al 28 de enero de 2013) aceptaron hablar con él porque era "políticamente aceptable", y porque Chávez nunca le había cerrado las puertas de su despacho.
Bueno, posiblemente ahora, ningún funcionario chavista volverá a abrirle las puertas a Anderson, debido a las devastadoras críticas que formula. La Caracas que era la envidia del resto de América Latina ya no lo es más, dice el periodista.
"Después de décadas de abandono, pobreza, corrupción y convulsiones sociales, Caracas se ha deteriorado más allá de toda medida". Su tasa de homicidios es una de las más altas del mundo. En el 2012, en una ciudad de apenas tres millones de habitantes, fueron asesinadas 3.600 personas, "alrededor de una cada 2,4 horas".
Desde que Chávez llegó al poder, se ha triplicado la cifra de asesinatos.
Hay tres peculiaridades que definen a Caracas, dice Anderson: el clima, que es casi siempre glorioso, el tráfico, que es una pesadilla, y "el crimen violento, o su amenaza".
LA TORRE DE DAVID
El ingrediente que convierte al reportaje de Anderson en una gran pieza de periodismo es que lo encarna en objetos y en personajes concretos. Para el periodista, la Caracas actual está simbolizada por La Torre de David, un complejo edificio de cuarenta y cinco pisos que empezó a construir a comienzos de la década del noventa el banquero David Brillembourg, y que aspiraba convertir en el centro financiero de Caracas. Pero Brillembourg falleció en 1993, y el edificio nunca fue terminado.
Ahora, la inconclusa Torre de David ha pasado a ser el símbolo arquitectónico del chavismo. Anderson cita a Guillermo Barrios, decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela, quien dijo que la torre encarna la política urbana del régimen chavista, que puede definirse por la "confiscación, la expropiación, la incapacidad del gobierno, y el uso de la violencia". En una época se pensaba que la torre podría ser el emblema de la prominencia financiera de Caracas. Ahora, se ha convertido "en la villa miseria más alta del mundo".
La torre fue invadida en octubre de 2007 por varios centenares de personas, "encabezadas por un grupo de veteranos exconvictos".
El jefe de la torre se llama Alexander "El Niño" Daza, "un exdelincuente que se convirtió en pastor evangélico", dice Anderson. Un "ardiente partidario de Chávez", Daza asesinó a su primera persona cuando tenía apenas 15 años de edad. El amo de la Torre de David no negó el episodio, pero dijo al periodista que ahora "se había regenerado".
De todas maneras, si Daza se ha regenerado, parece que algunos de los personajes que habitan la torre nunca se han arrepentido de sus fechorías.
Uno de los apadrinados por Daza se llama Argenis, quien tras cumplir una condena de nueve años de cárcel por homicidio, se acogió a la protección del amo de la torre. Tampoco Argenis se mostró muy tímido al hablar de sus andanzas. "Yo asesiné a hombres", le dijo a Anderson, "y dejé a otros en silla de ruedas. También a algunos los dejé estériles, e imagino que me odiarán toda la vida".
La torre de David, dijo Anderson, ha ganado fama como centro del crimen. Abundan las denuncias periodísticas de que es un santuario de matones, asesinos y secuestradores que cuentan "con la tácita aprobación del gobierno de Chávez". Anderson dijo haber escuchado historias de que delatores y ladrones capturados en la torre habían sido "mutilados y los trozos de su cuerpo arrojados desde los pisos más altos".
EL DISIDENTE
Otro personaje que aparece en la crónica de Anderson es Juan Barreto, quien fue alcalde mayor de Caracas entre el 2004 y el 2008.
Barreto es otro chavista que cree en la rehabilitación de criminales. Entre sus protegidos, dijo Anderson, figura Cristian, quien antes de someterse a la rehabilitación de Barreto era un asesino a sueldo. Barreto presentó a Cristian con esta pregunta: "Dime, Cristian ¿Cuántas personas has asesinado?" El adolescente murmuró: "Creo que unas sesenta".
Cuando Cristian divulgó la información, dijo Anderson, su protector "alardeó encantado".
Barreto es el enfant terrible de los chavistas, uno de los escasos que habla de profundizar la revolución. Pero, al mismo tiempo, muestra en sus manierismos y en sus gustos, una proclividad por la buena vida y la violencia.
En su casa de la urbanización El Cementerio, Anderson observó en una repisa una botella de uno de los whiskies más caros del mundo, Johnny Walker Platinum ("regalo de un amigo") y la imagen de Marlon Brando caracterizando a Don Corleone en el filme El Padrino.
¿HABRÁ CHAVISMO DESPUÉS DE CHÁVEZ?
Anderson visitó Caracas a fines del año pasado, cuando ya Chávez estaba en La Habana, curándose o agonizando del tratamiento que recibía de los médicos cubanos. Este es su diagnóstico: Para los chavistas, "la muerte de Chávez representa el fin de una performance prolongada y fascinante. Ellos le dieron el poder, en una elección tras otra. Ellos son las víctimas de su afecto por un hombre carismático, a quien permitieron convertirse en el personaje central en el escenario venezolano, a expensas de cualquier otra cosa. Luego de casi una generación, Chávez deja a sus compatriotas con muchas preguntas sin responder, y sólo una certidumbre: la revolución que intentó llevar a cabo nunca existió.
Comenzó con Chávez, y es muy posible que concluya con él".

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