Tuesday, January 15, 2013

El mayúsculo allá, el minúsculo acá

En: Recibido por email

  
                                                                                        Enrique Viloria Vera


En los tiempos de mi General Gómez los mamadores de gallo caraqueños, los sempiternos capitalinos jodedores del parque, acuñaron el término Minúsculo para referirse a los presidentes títeres -  verdaderos testaferros del Caudillo  andino de turno -  que hacían, entre el calor y el polvo del camino, el pesado viaje que los llevaba de Caracas a Maracay para ejecutar el besamanos correspondiente y recibir las inequívocas e incuestionables órdenes que les daba en la Ciudad Jardín Juan Vicente Gómez , el Mayúsculo.

Caravanas de coches negros recorrían el agreste camino cargados de fieles seguidores del general, vestidos con palto levita y botines oscuros de ocasión. Sudorosos y perfumados llegaban a la verdadera Casa de Gobierno para  esperar atentos y jubilosos las órdenes del Benemérito. En esos coches azabaches se trasladaron José Ramón Ayala, Victorino Márquez Bustillos, Juan Bautista Pérez, Víctor Rodríguez, Emilio Constantino Guerrero, José Gil Fortoul y muchos otros acólitos de El Bagre para testimoniarle su respeto y admiración, y recibir expectantes instrucciones y bendiciones. ¡Nada se movía si no lo había aprobado el Mayúsculo caudillo tachirense!

En pleno siglo XXI venezolano las cosas no han cambiado sino de formas y estilo, los viajes del actual Minúsculo designado - porque el otro está de reposo médico en casa del Mayúsculo – son cada vez más frecuentes. ¡Ni de vaina! el Minúsculo de zarzuela toma una decisión sin consultarla con el Binomio de Oro caribeño.  

No viaja solo el Minúsculo -  ahora lóbrego civil y no verdirojo milico  - , lleva consigo a toda la familia golillera, a unos pocos voceros hábiles en no decir nada, a sus más inmediatos aduladores, a un ejército de cámaras y reporteros, y cinco Blackberrys en las manos. Allá lo espera, - acompañado de su hermanito menor -  el barbudo  Mayúsculo,  frotándose las manos de codicia cada vez que el avión de su nuevo y manipulado Minúsculo aterriza en el aeropuerto de la Revolución, cargado de convenios y divisas.

El  nuevo Minúsculo nuestro baja torpe y radiante las escaleras del avión presidencial, besa la Tierra Prometida, antes arrodillarse ante el barbudo Mayúsculo  para que éste lo reconozca como su único y exclusivo Ungido.

¡Viva el Barbudo Mayúsculo Caribeño!

¡Larga vida al Minúsculo reelecto!

¡VENCEREMOS!
 





  

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