Wednesday, January 9, 2013

Carta del diablo a Chávez

En: Recibido por email

Claudio Nazoa

¡Hermanazo del alma! Que emoción me embarga. Ni yo habría podido haberlo hecho mejor. En estos días estuve conversando con mi amigo Fidel y, de manera muy divertida, me contó las vainas tuyas ¡Yo sí me pude reír!, en esa inesperada reunión, felicité al viejo por el acertado fusilamiento de los jóvenes cubanos que quisieron escapar de aquel infierno. ¡Dígame eso! Intentar escapar de las cálidas brasas del infierno que son tan chéveres… Nunca entenderé a los seres humanos. A propósito, ¿te fijaste lo bien que le quedó la condena a los periodistas e intelectuales que irreverentemente dijeron que había que suavizar el infierno? ¡Qué blasfemia! ¡Qué sacrilegio! Es muy importante evitar que intelectuales y artistas salgan diciendo por ahí que la revolución no es tan buena…Una cosa es que la gente sienta que no es buena y otra que se dé cuenta.
A propósito hermanazo, lamento mucho lo que le pasó al pana Hussein, lo peor es que con él hice un mal negocio; figúrate que salí de pendejo a comprarle el alma en la época en que realizaba sus más perversas atrocidades, como quien dice, en su mejor momento. ¡Tremendo paquete chileno el que me llevé a casa! Yo pensaba que el carajo se iba a inmolar, que pelearía hasta el final, que si lo agarraban era en medio del plomo parejo o que en última instancia se suicidaría como el alemán porque para eso también hay que tener valor; incluso pensé que se echaría al pico a más de un soldado gringo, pero qué va. Lo encontraron allí, nervioso, escondido en una ratonera indigna. En verdad me apenó ver cómo le abría su bocota a un soldado norteamericano.
Te voy a decir algo, pero no te vayas a endiosar: aquí abajo todos estamos de acuerdo con que tu revolución es realmente bonita y eso lo hemos discutido en diversas oportunidades con los integrantes de la nómina de malucos, que desde hace años conviven conmigo. Por eso me río cuando leo a algunos periodistas franceses, cuando escucho a las Madres de la Plaza de Mayo o a ciertos intelectuales, bien viajados y bien comidos, que con dinero, lujo y pasaporte defienden desinteresadamente la revolución cubana y la cosa esa inexplicable que tú tienes en Venezuela. Y es que toda revolución es bella desde lejos, malo es que uno tenga que vivir obligado en ella. Es por eso, hermanazo del alma, que te felicito. Tienes a casi todo el pueblo venezolano vendiendo Cocossete y haciendo maromas en semáforos y peajes de autopistas.
No sé cómo lo lograste, sinverguenzón, pero no tienes ni idea de cuánto lo disfruto, de cuánto placer malsano experimento al ver a cientos de niños durmiendo en la calle bajo cartones y sobre periódicos, acuñados entre sí para evitar el frío. El otro día, de noche, caminé por aquello que tú llamas “Mi Palacio”. Sí, ese, el que queda en Miraflores. Me satisfizo ver a tanta gente durmiendo en el suelo frente a las puertas de tu despacho. Parecían almas en pena. ¡Chico, esa gente de verdad cree que tú la quieres! ¿Y a cambio tú que haces? Los tienes allí, durmiendo en el suelo durante días para después no darles ni una limosna. ¡Hermano es que ni yo!… ¡Tú eres grande! Esas maldades son tan tuyas, tan criollas, tan bolivarianas.
Otra cosa que me encanta es la manera despiadada como tratas a la ciudad. ¡Lo de Sabana Grande te está quedando de pinga! Y dígame el centro… eso es genial. A mi lo que me da es envidia: yo viviendo aquí, en esta pocilga de infierno, y tú, disfrutando de ese tan bueno que has sabido construir… Es que a veces el alumno supera al maestro y parece que ese es tu caso, muchacho. ¿Y lo del avión? ¡Eso te quedo buenísimo, compadre! No sé si ya te lo he dicho, pero yo me excito al visitar esos hospitales donde la gente se muere de mengua y al recorrer escuelas destruidas. Sin ir muy lejos, chico: el Estado Vargas. ¡Tú esa vaina la dejaste en ruinas! Y bien bueno que rechazaste la ayuda de los gringos, si no es capaz que ya estuviera recuperada esa zona, pero lo mejor de todo es que mientras el país se hunde en odios, divisiones y todo tipo de miseria, tú viajas orondo en ese impúdico avión.
Te lo repito: de verdad, lo que me da es envidia tanta creatividad. Pero con lo que sí te botaste fue con la vaina esa de decapitar a la mamá del flaquito ese que, desde hace 2 mil años, anda dando lástima clavado en una cruz y que me tiene ladillado con su mariquera del amor, el perdón y la tolerancia entre los seres humanos. En fin, hermanazo ¡te la estás comiendo!
Yo, por mi parte, aquí te estoy esperando. ¡Te voy a poner una pailota pa’ ti solito! ¡Vas a gozar una bola!
Figúrate que Nerón, Herodes, Calígula, Hitler, Stalin, Pol Pot, Franco, Mao Tsé-Tung y su esposa, Papa Doc, Nicolae Ceausescu y señora, Chapita, Juan Vicente Gómez, Pérez Jiménez, Somoza, Mussolini, Boves e Idi Amin Dada, entre otros que se creyeron salvadores de sus pueblos, hierven de celos y envidia por los preparativos del fiestón que te estoy organizando. Por cierto, para ese día me gustaría invitar a esos que ríen y asientan cobardemente con la cabeza tus ocurrencias… A ellos prefiero no traerlos, porque a mi me agradan los malucos, no los jalabolas a quienes, por cierto, cuando tú no estés, el castigo que tendrán, por la eternidad, será escuchar y ver en una cadena perenne tus discursos y canciones, hora tras hora durante el resto de sus días.
Escribirte me llena de gran emoción. Te advierto que debes cuidarte de las sorpresas que para este año te tiene tu noble pueblo que anda alzado y montado en un caballo blanco que le regaló un tal Bolívar, quien por cierto anda arrechísimo contigo. Recuerda, si por casualidad en los próximos meses tienes que encerrarte en una cueva, no empieces a llorar ni a llamar a curas. Sé digno. Quédate tranquilo, que quien te va a buscar en cualquier recoveco soy yo. Y ahora sí, ya para despedirme, saluda de mi parte a José Vicente, pero coño, dile que se pasó

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