RAFAEL MUCI-MENDOZA | EL UNIVERSAL
jueves 3 de enero de 2013 12:00 AM
En la mitología griega la Esfinge, demontre destructivo portador de mala suerte, se la representaba con pecho, patas y cola de león, alas de pájaro siempre manchadas de sangre y cara pálida de mujer cuyos ojos refulgían como tizones encendidos y su boca estaba llena de ponzoña; había aprendido el arte de formular enigmas o acertijos como el de Apolodoro, "¿Qué ser provisto de voz es de cuatro patas, de dos y de tres... ?". Edipo, el extraviado hijo de Layo y Yocasta lo resolvió limpiamente, "¡Es el hombre! Por la mañana, cuando es niño anda a cuatro patas. En la tarde de su vida, se sostiene sobre dos piernas. Y en la noche, cargando el cuello doblado por su vejez, anda con la ayuda de un bastón... ".
Se reitera la leyenda, ¿quién es el mortal inmortal a la bala y al lance a quien embosca el enemigo interno que no percibe ni ve y que maltratando su narcisismo cumple el designio de Dios de una pena sin palo y sin látigo... ? Así ha sido la enfermedad del Único: un enigma, un acertijo, una colcha de retazos, una historia clínica inexistente basada en suposiciones de cercanos a él, aderezada con la imaginación de videntes de oficio, apostadores y viejas murmuradoras. Él mismo se ha encargado de mantenernos en vilo con dolencias inenarrables y curaciones milagrosas.
No hemos sido seducidos por acertijos tejidos sobre bases irreales. Los clínicos nos forjamos en posibilidades que fundamos sobre la base de recolección de evidencias mediante el empleo de la semiótica, la ciencia de los síntomas y los signos. Cualquier diagnóstico erigido sobre un andamiaje de suposiciones, mitos e inventos termina siendo irrisión de la multitud...
Entre tanto, nadie se ocupa de los 21 mil muertos en un solo año, tan distraídos como están en vaticinios sustentados en el éter.
Se reitera la leyenda, ¿quién es el mortal inmortal a la bala y al lance a quien embosca el enemigo interno que no percibe ni ve y que maltratando su narcisismo cumple el designio de Dios de una pena sin palo y sin látigo... ? Así ha sido la enfermedad del Único: un enigma, un acertijo, una colcha de retazos, una historia clínica inexistente basada en suposiciones de cercanos a él, aderezada con la imaginación de videntes de oficio, apostadores y viejas murmuradoras. Él mismo se ha encargado de mantenernos en vilo con dolencias inenarrables y curaciones milagrosas.
No hemos sido seducidos por acertijos tejidos sobre bases irreales. Los clínicos nos forjamos en posibilidades que fundamos sobre la base de recolección de evidencias mediante el empleo de la semiótica, la ciencia de los síntomas y los signos. Cualquier diagnóstico erigido sobre un andamiaje de suposiciones, mitos e inventos termina siendo irrisión de la multitud...
Entre tanto, nadie se ocupa de los 21 mil muertos en un solo año, tan distraídos como están en vaticinios sustentados en el éter.
No comments:
Post a Comment