José Rafael López Padrino
El pretorianismo se enseñorea y los sables vuelven a relucir una vez más en Venezuela. La elección plebiscitaria de 11 militares escogidos unilateralmente por el tte coronel, evidencia una vez más la visión cavernaria del vocinglero de Miraflores y su jauría socialfascista.
Lo experimentado el pasado 16D no es otra cosa que el empleo del gorilato militar a fin de controlar la vida y el comportamiento ciudadano a nivel regional. Mediante la escogencia de un grupete de candidatos mediocres, serviles por excelencia que llevan el espíritu dictatorial en sus ADNs, pretenden dominar a nivel regional la cultura, la educación, los medios de comunicación, los sindicatos, etc. Es el viejo modelo político de las dictaduras militares del siglo pasado (Videla, Castelo Branco, Medeci), maquillado en nuestro caso con una falsa retórica revolucionaria.
El militarismo bolivariano que encarnan los Rangel Silva, Rangel Gómez, Mata Figueroa, Ameliach, Castro Soteldo, Rodríguez Chacín, Arias Cárdenas, etc., persigue transformar a la Nación en un inmenso establecimiento militar, en donde impere la obediencia, la disciplina, y el "ordene, mi comandante-presidente". Representan la regionalización de la intimidación y el miedo como práctica política.
Es el otorgamiento al estamento militar, sin restricción alguna, de las riendas del desarrollo económico, social y político a nivel regional, además de detentar la responsabilidad de la defensa y de la seguridad interna y externa de la nación. Es una despreciable militarización de la sociedad, que pasa por la “institucionalización” de un Estado regido por la Fuerza Armada con el apoyo de una izquierda servil que le rinde pleitesía al neogorilismo bolivariano.
Es la institucionalización de la disciplina, la obediencia y una fe sin límites hacia el líder, execrables principios vinculados al proyecto de crear una sociedad cuartelaria tutelada por la pestilente bota militar. Una sociedad donde exista un orden social y político absolutamente armónico, sujeta a la voluntad de un mesías que gracias a unas inexistentes cualidades personales y a una falaz intuición divina, es capaz de guiar al país por un buen camino.
La militarización de las gobernaciones es parte de una estrategia destinada a la construcción de una sociedad totalitaria, sin contradicciones, ni conflictos sociales, no porque los mismos hayan sido superados mediante cambios en las estructuras políticas y económicas reinantes en el país, sino por la implantación de un régimen autocrático, represivo y absolutista. La utopía socialfascista bolivariana se reduce a una sociedad con una sola voz, pero excluyente, con una sola voluntad, pero no basada en un consenso de las mayorías, con un solo interés, pero que únicamente refleja el del caudillo y su proyecto político. El fachochavismo en el fondo reivindica las desigualdades sociales, económicas y políticas propias del capitalismo de Estado, pero rechaza paradójicamente sus consecuencias naturales: los antagonismos y las luchas sociales.
El militarismo socialfascista bolivariano persigue la construcción de un Estado totalitario que implica la deliberada destrucción de las todas las instancias intermedias (sindicatos, movimientos sociales, asociaciones profesionales, partidos, etc.) existentes en la sociedad. Ello a través de un repugnante entramado (intimidación, chantaje y represión) que garantiza la obediencia incondicional de los seguidores a la voluntad del mesías tropical.
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