Vivimos las semanas más cruciales desde que se instalara la narcodictadura de Nicolás Maduro, con la complicidad de un CNE experto en fraudes, de un club de ex presidiarios y malandros en el TSJ y bajo la tutela de un indigno Alto Mando Militar arrastrado ante la dictadura cubana y responsable de los crímenes más abominables que haya conocido Venezuela desde el sanguinario José Tomas Boves.
La mesa está servida para la transición, la Asamblea Nacional en manos del diputado Julio Borges ha realizado un giro hacia la recuperación de la República luego de casi año y medio de inútil verborrea e inacción. Tres meses de protestas espontáneas en todo el país, casi un centenar de asesinados por las armas de la República, una voluntad inquebrantable de toda la sociedad, hacen temblar al régimen y a sus ductores cubanos, que prefieren morir con las botas puestas y arreciar la matanza, creyendo que eludirán la cárcel y no pagarán por los crímenes y por el gran desfalco a la nación.
El miedo se respira en Miraflores y en todo el sistema mafioso que convirtió al país en un cártel de narcotráfico como nunca lo soñaron los capos colombianos Carlos Lehder y Pablo Escobar. El país dijo ¡basta ya!, la voluntad se manifiesta en la calle: estudiantes, jóvenes, profesionales, agricultores, obreros, amas de casa, desempleados, gente de la tercera edad, toda la población está movilizada para apoyar a la Asamblea Nacional en su recuperación de la democracia.
Se hace imperativo que los diputados asuman el reto y se declaren en sesión permanente para evitar la instalación de ese suprapoder constituyente que disolverá al Legislativo e instaurará un Estado totalitario; es vital en esta hora, una vez que declararon el abandono del cargo de Nicolás Maduro, designar a los legítimos magistrados del TSJ. La fiscal general ha declarado la ruptura del hilo constitucional por una Sala Constitucional que, de manera írrita, fue electa en los últimos días de una Asamblea que salió derrotada en los comicios parlamentarios de 2015.
La Asamblea Nacional, en sesión solemne y en cumplimiento del artículo 233 de la Constitución, debe proceder al nombramiento del diputado Julio Borges como presidente de la República, en presencia del legítimo Tribunal Supremo de Justicia que deben designar en los próximos días, de la fiscal general, del cuerpo diplomático acreditado en el país y del pueblo, que en las calles apoyará el interinato establecido en la Constitución. Inmediatamente, los gobiernos del continente –con excepción de Cuba, Nicaragua, Bolivia y los burdeles del Caribe donde se atesora el botín de los jerarcas del régimen–, establecerán relaciones diplomáticas con el gobierno legítimo de transición presidido por Julio Borges, lo mismo harán la Unión Europea y 99% de la comunidad internacional. La Fuerza Armada tendrá que escoger el lado de la historia desde donde comenzará su reorganización.
No me queda la menor duda de que las fuerzas leales a la democracia expulsarán a los corruptos y a los violadores de los derechos humanos, y de ser el caso, la coalición internacional de países amigos actuará como lo ha hecho a través de la historia cuando los pueblos son oprimidos por regímenes oprobiosos como el nuestro.
Señor Julio Borges, asuma el cargo que establecen la Constitución y las leyes, y dé inicio a la transición que el país reclama con la sangre que ha sido derramada por nuestros jóvenes durante las manifestaciones; llame a una nueva elección universal, directa y secreta. Si así lo hiciereis, ¡que Dios y la patria os lo premien, y si no, que os lo demanden!
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