MARCOS R. CARRILLO P. | EL UNIVERSAL
viernes 27 de mayo de 2011 05:05 PM
El domingo pasado el Presidente pidió perdón por quebrantarse: "yo no tenía derecho a enfermarme", afirmó en un arrebato de autoglorificación y exultación de su condición de imprescindible. La aseveración no hubiera pasado de ser otra cursilería más si no es porque es el reflejo de uno de los rasgos fundamentales del socialismo del siglo XXI: la arrogancia.
Para Chávez la historia no es posible sin su omnipotente presencia y en su versión de los hechos no entran el error propio, el mal cálculo, la chapucería u otras taras. No cabe en su discurso haber hecho las cosas mal. Eso es imposible y de ese modo actúa todo el gabinete.
Así, según Giordani (el decano de la petulancia), la debacle económica es producto de la inercia de la economía, es decir, del gobierno anterior (¡sí, del de hace más de 13 años!) y de la mezquindad de los economistas del IESA, la UCAB o la UCV, no de su incomprensión de esa disciplina o sus políticas de populismo paleozoico.
La crisis eléctrica no es culpa de la suprema incapacidad de Rodríguez Araque, sino del consumo de los usuarios despilfarradores e irresponsables, de las sequías o las lluvias (da lo mismo) y hasta de una pérfida iguana. Nada nuevo para el genocida laboral de Pdvsa quien, en el máximo ejemplo de soberbia y adulancia (¡oh, paradoja!), botó a 20.000 trabajadores para sentar las bases del fracaso de la industria petrolera, el que, obviamente, ellos muestran como un rotundo éxito y una política genial que ha producido el aumento de los precios del crudo y sus derivados gracias a Chávez, y sólo a él.
El desabastecimiento de carne no es por haber acabado con la seguridad y el productor nacional, sino en razón del aumento del consumo de quienes no accedían a las proteínas; los anaqueles vacíos en general son por acaparamiento y especulación, no por la aplicación de políticas erradas y suicidas; el desastre vial es culpa de las lluvias, el sol o de los usuarios que no reconocen lo que se ha hecho. No existe crisis de vivienda, sino un titánico programa para empezar a construir luego de 13 años, y la inseguridad es una responsabilidad de todos los ciudadanos, no del Gobierno.
Los opositores son gente confundida o simplemente no tienen el nivel para entender la trascendencia de la revolución; afirman que las instituciones venezolanas son ejemplo para el universo-mundo, mientras se niegan a discutir en la AN casos como los de pudreval, Makled o la relación con las FARC, a pesar del interés nacional que envuelven estos temas. Se asumen como los ufanos creadores de una teoría y una experiencia política que gobernará durante los próximos 2.000 años, sin contar que se tienen como los únicos y legítimos herederos de Bolívar y que, según su propia versión de los hechos, el 4F es el moderno 19 de abril. ¡Habráse visto tanta petulancia!
Es este un gobierno en el que el "no me da la gana" es una política, uno en el que el Presidente habla de las reservas internacionales como si fueran su alcancía. Es un régimen que cuando dice rectificar, no es porque realmente crea que está equivocado sino porque considera no haber sido lo suficientemente radical, no haber profundizado su revolución. Todo el que no diga que esto es una maravilla es un mezquino, miope, conspirador o, más concretamente, vendepatria, escuálido, excremento u otra bajeza.
Superlativas muestras de soberbia, de ego desmedido, que no permiten gobernar, que impiden todo diálogo y consenso. Esa arrogancia elimina toda posibilidad de juego democrático, sólo admite el sometimiento de los ciudadanos (o súbditos, como han dicho) a un grupo que abusa del poder, quienes no aceptan que la equivocación o, simplemente, la tolerancia son parte fundamental de la democracia.
Como toda víctima del propio orgullo, el de ellos es sólo una forma de tratar de disimular sus legendarias carencias, en ello se les irá la vida. El problema es que mientras gobiernen seguirá el descalabro del país y, fundamentalmente, de la democracia, pues ésta es lo contrario de la arrogancia del poder, es respeto y consideración a todo ciudadano.
Para Chávez la historia no es posible sin su omnipotente presencia y en su versión de los hechos no entran el error propio, el mal cálculo, la chapucería u otras taras. No cabe en su discurso haber hecho las cosas mal. Eso es imposible y de ese modo actúa todo el gabinete.
Así, según Giordani (el decano de la petulancia), la debacle económica es producto de la inercia de la economía, es decir, del gobierno anterior (¡sí, del de hace más de 13 años!) y de la mezquindad de los economistas del IESA, la UCAB o la UCV, no de su incomprensión de esa disciplina o sus políticas de populismo paleozoico.
La crisis eléctrica no es culpa de la suprema incapacidad de Rodríguez Araque, sino del consumo de los usuarios despilfarradores e irresponsables, de las sequías o las lluvias (da lo mismo) y hasta de una pérfida iguana. Nada nuevo para el genocida laboral de Pdvsa quien, en el máximo ejemplo de soberbia y adulancia (¡oh, paradoja!), botó a 20.000 trabajadores para sentar las bases del fracaso de la industria petrolera, el que, obviamente, ellos muestran como un rotundo éxito y una política genial que ha producido el aumento de los precios del crudo y sus derivados gracias a Chávez, y sólo a él.
El desabastecimiento de carne no es por haber acabado con la seguridad y el productor nacional, sino en razón del aumento del consumo de quienes no accedían a las proteínas; los anaqueles vacíos en general son por acaparamiento y especulación, no por la aplicación de políticas erradas y suicidas; el desastre vial es culpa de las lluvias, el sol o de los usuarios que no reconocen lo que se ha hecho. No existe crisis de vivienda, sino un titánico programa para empezar a construir luego de 13 años, y la inseguridad es una responsabilidad de todos los ciudadanos, no del Gobierno.
Los opositores son gente confundida o simplemente no tienen el nivel para entender la trascendencia de la revolución; afirman que las instituciones venezolanas son ejemplo para el universo-mundo, mientras se niegan a discutir en la AN casos como los de pudreval, Makled o la relación con las FARC, a pesar del interés nacional que envuelven estos temas. Se asumen como los ufanos creadores de una teoría y una experiencia política que gobernará durante los próximos 2.000 años, sin contar que se tienen como los únicos y legítimos herederos de Bolívar y que, según su propia versión de los hechos, el 4F es el moderno 19 de abril. ¡Habráse visto tanta petulancia!
Es este un gobierno en el que el "no me da la gana" es una política, uno en el que el Presidente habla de las reservas internacionales como si fueran su alcancía. Es un régimen que cuando dice rectificar, no es porque realmente crea que está equivocado sino porque considera no haber sido lo suficientemente radical, no haber profundizado su revolución. Todo el que no diga que esto es una maravilla es un mezquino, miope, conspirador o, más concretamente, vendepatria, escuálido, excremento u otra bajeza.
Superlativas muestras de soberbia, de ego desmedido, que no permiten gobernar, que impiden todo diálogo y consenso. Esa arrogancia elimina toda posibilidad de juego democrático, sólo admite el sometimiento de los ciudadanos (o súbditos, como han dicho) a un grupo que abusa del poder, quienes no aceptan que la equivocación o, simplemente, la tolerancia son parte fundamental de la democracia.
Como toda víctima del propio orgullo, el de ellos es sólo una forma de tratar de disimular sus legendarias carencias, en ello se les irá la vida. El problema es que mientras gobiernen seguirá el descalabro del país y, fundamentalmente, de la democracia, pues ésta es lo contrario de la arrogancia del poder, es respeto y consideración a todo ciudadano.
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