FRANCISCO RIVERO VALERA | EL UNIVERSAL
viernes 13 de mayo de 2011 01:16 PM
A Chávez le sale renunciar. Y lo puede hacer de 2 maneras: una, por la vía electrónica en chavezcandanga, por Blackberry o por fax personalizado, reenviando a cada venezolano el poema de La renuncia de Andrés Eloy Blanco que dice: "he renunciado a ti, serenamente/como renuncia a Dios el delincuente; / he renunciado a ti como el mendigo/ que no se deja ver del viejo amigo." Y la cuarteta final: "voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo / Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño; / desbaratando encajes regresaré hasta el hilo. / La renuncia es el viaje de regreso al sueño".
La otra manera de renunciar es en cadena nacional. Y a pesar de que Chávez es un experto en cadenas nacionales, no está demás ayudar con algunos detalles. Por ejemplo, ante todo decir la verdad sin groserías y sin utilizar esas frases trilladas como con toda responsabilidad o con toda humildad, porque todos los venezolanos sabemos que quieren decir lo contrario. Decir simplemente que ha decidido renunciar porque las cosas no han resultado como las esperaba. Que hizo todo lo humanamente posible en 12 años para dar la mayor suma de felicidad a Venezuela con su proyecto castro-comunista y que lamenta los resultados contrarios. Pero no diga que lo engañó Fidel, ni que fue culpa de la IV República o del Imperio o de la CIA porque, a estas alturas de la vida, después de 12 años, ya nadie le va a creer esa excusa. Es mejor que diga con sinceridad que ha sido mal administrador porque, para gastar un billón, o sea: un millón de millones de dólares y terminar en racionamiento de electricidad, crisis de viviendas, de alimentos, corrupción, depresión de la economía, aumento del desempleo y en otras catástrofes más, hay que ser malísimo como administrador. De todas maneras todavía puede usar un último comodín como excusa: que todo ha sido por falta de experiencia. También sería bueno que en la renuncia pida perdón al país por los sufrimientos causados con su mal carácter durante las incontables cadenas nacionales atiborradas de amenazas, mentiras y malas palabras, jamás pronunciadas por presidente venezolano alguno, ni siquiera por dictadores como Juan Vicente Gómez o Marcos Pérez Jiménez; y por la represión de los medios de comunicación social y de todo cuanto huela a oposición; y, en pocas palabras, por tanta metida de pata. También es importantísimo decir que renuncia por el amor inmenso que le tiene a Venezuela, que lo impulsa a evitar la continuidad de la represión entre hermanos, entre las Fuerzas Armadas que son venezolanos y el pueblo disidente a su gobierno que también son venezolanos. No olvide decir que las Fuerzas Armadas existen para cuidar los intereses de la nación y brindar protección a sus habitantes, y no para agredir estudiantes. Y aproveche el momento para citar nuevamente a Simón Bolívar cuando dijo: maldito el soldado que levanta su arma contra su pueblo que se la dio. Pero, cuidado, en este instante de su cadena no se le ocurra por ningún motivo dejar salir ni una lágrima de sus ojos. Sería como un terrible signo de debilidad de un Chávez que siempre ha intentado proyectar con amenazas la imagen de ser más fuerte que el odio.
Por último, sería de sabios no solicitar la aprobación de su renuncia a nadie, ni siquiera al pueblo, porque, ante la señal de costumbre, con toda seguridad creo que todos los venezolanos levantaremos la mano como respuesta unánime de aprobación.
La otra manera de renunciar es en cadena nacional. Y a pesar de que Chávez es un experto en cadenas nacionales, no está demás ayudar con algunos detalles. Por ejemplo, ante todo decir la verdad sin groserías y sin utilizar esas frases trilladas como con toda responsabilidad o con toda humildad, porque todos los venezolanos sabemos que quieren decir lo contrario. Decir simplemente que ha decidido renunciar porque las cosas no han resultado como las esperaba. Que hizo todo lo humanamente posible en 12 años para dar la mayor suma de felicidad a Venezuela con su proyecto castro-comunista y que lamenta los resultados contrarios. Pero no diga que lo engañó Fidel, ni que fue culpa de la IV República o del Imperio o de la CIA porque, a estas alturas de la vida, después de 12 años, ya nadie le va a creer esa excusa. Es mejor que diga con sinceridad que ha sido mal administrador porque, para gastar un billón, o sea: un millón de millones de dólares y terminar en racionamiento de electricidad, crisis de viviendas, de alimentos, corrupción, depresión de la economía, aumento del desempleo y en otras catástrofes más, hay que ser malísimo como administrador. De todas maneras todavía puede usar un último comodín como excusa: que todo ha sido por falta de experiencia. También sería bueno que en la renuncia pida perdón al país por los sufrimientos causados con su mal carácter durante las incontables cadenas nacionales atiborradas de amenazas, mentiras y malas palabras, jamás pronunciadas por presidente venezolano alguno, ni siquiera por dictadores como Juan Vicente Gómez o Marcos Pérez Jiménez; y por la represión de los medios de comunicación social y de todo cuanto huela a oposición; y, en pocas palabras, por tanta metida de pata. También es importantísimo decir que renuncia por el amor inmenso que le tiene a Venezuela, que lo impulsa a evitar la continuidad de la represión entre hermanos, entre las Fuerzas Armadas que son venezolanos y el pueblo disidente a su gobierno que también son venezolanos. No olvide decir que las Fuerzas Armadas existen para cuidar los intereses de la nación y brindar protección a sus habitantes, y no para agredir estudiantes. Y aproveche el momento para citar nuevamente a Simón Bolívar cuando dijo: maldito el soldado que levanta su arma contra su pueblo que se la dio. Pero, cuidado, en este instante de su cadena no se le ocurra por ningún motivo dejar salir ni una lágrima de sus ojos. Sería como un terrible signo de debilidad de un Chávez que siempre ha intentado proyectar con amenazas la imagen de ser más fuerte que el odio.
Por último, sería de sabios no solicitar la aprobación de su renuncia a nadie, ni siquiera al pueblo, porque, ante la señal de costumbre, con toda seguridad creo que todos los venezolanos levantaremos la mano como respuesta unánime de aprobación.
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